ENTREVISTA CON RAFAEL DÍAZ SANTANDER

Por Miguel Ángel Villalobos y Pedro Rodríguez Ruiz
Comenzamos con una pregunta de origen en dos partes. ¿Dónde podríamos empezar a trazar la génesis de Valdemar? Primero en tus propios gustos como lector.
Bueno, el origen real o cronológico es el año 1986, aunque creo que los primeros libros salieron en el 87. Nuestro propósito era recuperar obras que habían quedado un tanto olvidadas en el tiempo, o maltratadas por la censura, los recortes de los editores o las pésimas traducciones, y que merecían una nueva edición. También presentar obras que no hubieran tenido edición en nuestro país. Todo en el ámbito de la literatura fantástica. Nuestra primera colección, «Tiempo Cero», fue toda una declaración de principios. Ahí estaban Anatole France, Ambrose Bierce, Roland Topor, Wells, Villiers de L’Isle Adam, Stoker, Gérard de Nerval, Bugakov, Jean Ray, Conan Doyle, Hodgson, Lovecraft, Oscar Panizza, etc. En fin, era una síntesis, por así decir, de todo lo que hemos hecho después. Está claro que un proyecto editorial de estas características refleja necesariamente los gustos y criterios de los editores. En este sentido tendría que remontarme a las obras que me marcaron como lector.
La primera que recuerdo que me dejó impresionado fue El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Ahí estaba todo, ¿no? El misterio, el terror, la duplicidad de la naturaleza humana, el doble demoníaco… Luego está Edgar Allan Poe, claro, cada cuento de Poe es como un mazazo en el cerebro: El señor Valdemar, el entierro prematuro, el gato negro, el pozo y el péndulo… ¿quién da más? Una mente joven queda perturbada para siempre con estas cosas (jaja), de ahí al nihilismo solo hay un paso. En fin, leía mucho, devoraba los libros de la colección Crisolín de Aguilar, que tenía misterio, aventuras, terror, clásicos: todo lo que merecía la pena. Alianza, que por aquella época era muy buena 3ditorial. Así hasta que un día llegué a Lovecraft. Lo he contado muchas veces. Un día, en la cuesta de Moyano, me encontré con un libro que se titulaba Viajes al otro mundo. Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter. Era imposible resistirse a ese título. Joder, leer eso fue la hostia. Y entonces empezó para mí la fiebre Lovecraft. Lovecraft era una patología. Busqué como un poseso todo lo que había de Lovecraft, que entonces no era mucho. Pero había un libro, el mejor libro del mundo: Los mitos de Cthulhu, la celebérrima antología de Rafael Llopis. De pronto descubrías un montón de autores y un hilo conductor que los unía a todos, precursores y posteriores al gran maestro del horror cósmico. Qué concepto, ¿eh?, «horror cósmico», la hostia.
Por aquella época la editorial Alianza, aparte de Lovecraft, tenía en catálogo muy interesante para la formación lectora de cualquier individuo, pero por lo que se refiere a la literatura fantástica, había dos imprescindibles: 13 relatos de fantasmas, de M.R. James, nuestro más querido erudito, y el Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potoki, en la edición abreviada de Roger Callois. Hubo también tres obras decisivas que despertaron mi interés por la literatura gótica: Los elixires del diablo, de Hoffmann, con esa demencial trama de malentendidos góticos, Mandrágora, de Hanns Heinz Ewers, una obra absolutamente fascinante, para mí superior a Frankenstein o Drácula, y finalmente la traducción de Francisco Torres Oliver de Melmoth el errabundo para la editorial Nostromo, dirigida por Juan Antonio Molina Foix, fíjate qué dos, o qué tres si incluimos a Maturin.
Para concluir, porque esto podría ser interminable, habría que hablar de otra antología decisiva, que fue la Antología del humor negro de André Breton. De aquí vendría esa veta más extravagante que también está presente en el catálogo de Valdemar. Ahí están Swift, el marqués de Sade, Thomas de Quincey, Pétrus Borel, Lautréamont, Raymond Roussel, etc.

La segunda parte sería cuando das el salto junto a tu socio Juan Luís González.
Como he dicho antes era 1986, y ese año se nos ocurrió la disparatada idea de fundar una editorial cuyo objetivo era, aparte de los literarios mencionados antes, vivir sosegadamente, sin estar sometidos a horarios, jefes o compañeros indeseables. Así que conseguimos una subvención de la Comunidad de Madrid, a la que añadimos dinero que nos prestaron familiares y amigos. Reunir ese dinero es uno de los grandes hechos paranormales en la historia de Valdemar, pues todavía me resulta inexplicable cómo pudieron confiar en nosotros tanto la Comunidad como los amigos (en realidad son sólo dos, que a día de hoy siguen siendo socios minoritarios), o Antonio Machado Libros, que aceptó distribuirnos. El caso es que dos personas tan quiméricas como Juan Luis y yo nos metimos en este lío sin tener la más remota idea de producción de libros. Es decir, sabíamos mucho de los libros desde un punto de vista meramente intelectual, yo incluso había hecho algún cursillo de documentación y catalogación, pero de producir un libro y distribuirlo, ni puta idea. En aquel entonces no había cursillos de edición ni la tecnología suficiente que te permite editar casi cualquier cosa desde tu casa. Perdimos mucho tiempo averiguando los misterios de la edición y descartando ideas insensatas como la de imprimir nosotros mismos los libros con una pequeña máquina offset. Eso hubiera sido la pera. Dos intelectuales chalados llenos de grasa. Nos habríamos cortado las venas antes de imprimir una sola letra. Al final nos compramos un ordenador IBM, una impresora y alquilamos una oficina. Y sacamos nuestros dos primeros libros: La rebelión de los ángeles, de Anatole France, y La puerta abierta, de Margaret Oliphant. Cuando quisimos darnos cuenta, ya nos habíamos fundido casi todo el dinero, y nuestra vida se convirtió en una especie de ruleta rusa, el jugarse todo a una carta. Sacábamos un libro, y ese libro tenía que pagar el siguiente y los gastos de oficina. Pero, bueno, hemos ido teniendo suerte, siempre había algún libro que nos salvaba la vida.
¿Tenéis alguna fórmula mágica en la Gótica para alternar los rescates de clásicos (Doyle, Wells, Stoker…) con las rarezas más experimentales de Ewers, Grabinski, etc.…? ¿Podríamos decir que una línea apoya a la otra?
Claro, no es que sea una fórmula mágica, sino un equilibrio casi de funanbulismo entre lo comercial y lo arriesgado. Y esto se puede aplicar a todas las colecciones. Lo fácil habría sido limitarse a recuperar clásicos y autores reconocidos, pero esto habría sido muy aburrido. Ya había alguna editorial de reciclaje, pero no aportaban nada. Y además, a finales de los 80 y en los 90, en cuanto a literatura de género, España era más bien un páramo, así que si no lo hacíamos nosotros, ¿quién iba a hacerlo? De modo que editamos clásicos, siempre con la intención de mejorar (según nuestro criterio) las ediciones anteriores, ya fuera con ediciones ilustradas o anotadas. La isla del tesoro, Alicia en el país de las maravillas, Winny de Puh, El viento en los sauces, etcétera, y autores como Conan Doyle, Stevenson, Conrad. Siempre hemos tenido eso presente, que para editar autores raros y obras arriesgadas, había que publicar también obras que pudieren venderse más o menos bien. Nos costó mucho esfuerzo que la colección Gótica funcionase, porque es una colección en la que abunda lo raro, por así decir, no es para un gran público, pero fue un empeño personal mantenerla y hacer que funcionara. Las pérdidas de la Gótica las compensábamos con los beneficios de «Los archivos de Baker Street», por ejemplo, una colección dedicada a pastiches sherlockianos. Y, fíjate, ahora hay esa especie de fiebre por completar la colección Gótica.
Un poco de historia-ficción. Habéis dedicado sellos que cerraron a temáticas quizá menos asociadas a vuestro estilo para el observador profano (noir, histórica, decadentismo erótico…) ¿Cuál sería tu favorito? ¿Y qué obra te hubiera encantado publicar en él y te quedaste con las ganas?
Bueno, nosotros hemos reivindicado siempre todos los géneros. Y hemos hecho tal vez demasiadas colecciones. En algunos géneros hemos fracasado estrepitosamente, en ciencia ficción por ejemplo, en novela negra también hemos fracasado, junto a «Es Pop», en una colección que coeditamos, y eso que era cojonuda, de lo mejor que hemos editado. Pero no sé, nos ganaron los jodidos y ahumados nórdicos. Si hubiéramos tenido dinero, quiero decir, dinero de sobra, me habría encantado hacer una especie de biblioteca infernal, llena de autores malditos, muchos de los cuales hemos ido editando en las diversas colecciones, ya sabes, Sade, Lautréamont, Nerval, Villiers de l’Isle Adam, Barón Corvo, Ewers, Grabinski, Petrus Borel, Huysmans, etc. Son autores que me fascinan, pero he de decir también que son en general los menos vendidos. Una lástima, tendremos que dejar que la Biblioteca del Infierno se la componga cada cual con piezas sueltas, o la albergue en su cabeza.
Hablemos de la mítica colección de monografías «Intempestivas», ¿supuso una forma de incluir la filosofía y el ensayo oscuro en vuestros planes editoriales? Creo que no está suficientemente estudiada la influencia de este sub-sello en toda una gama de editoriales actuales.
Es una colección que sigue abierta, aunque a un ritmo muy pausado. El año anterior a la pandemia publicamos Las confesiones de Aleister Crowley, un tocho impresionante de 1.120 páginas de nada. Reimprimimos algunos títulos, como La conspiración contra la especie humana de Thomas Ligotti, o Danza Macabra de Stephen King. En general es una colección de venta muy lenta y que ha pasado por diversas vicisitudes. No sé si ensayo oscuro la define correctamente, algo de eso tiene, es también ensayo no convencional o no académico, incluso a veces un tanto salvaje. La creamos después de animadas charlas con Jesús Palacios y Frank G. Rubio, para editar a Camille Paglia y otras cosas. A la Paglia nadie se atrevía a editarla en España, aunque el grupo este de El País, que no me acuerdo ni de cómo se llama… ¿Alfaguara?, había contratado y traducido Sexual Personae, y al final les entró el canguelo debido a la mala fama de la Paglia entre el feminismo más normativo o convencional y dejaron que el contrato caducara. El caso es que los derechos estaban libres y empezamos por Vamps & Tramps, una obra bastante transgresora que incluía diversos ensayos y artículos muy divertidos. Editamos también Sexual Personae, cuya traducción nos pasó la misma traductora que lo había para Alfaguara. Y, fíjate, hace un par de años el Grupo Planeta nos pidió la traducción de Sexual Personae y lo lanzaron con este simpático titular: «El libro fundacional del nuevo feminismo más provocador». Tiene gracia para ser un ensayo erudito sobre historia del arte. También teníamos ganas de editar a Adam Parfrey y su Cultura del Apocalipsis, una recopilación de textos verdaderamente salvajes, que nos temíamos que nadie iba a atreverse a editar, así que lo hicimos nosotros. Sacamos también a Quentin Crisp, a Crowley… Ése era el espíritu de Intempestivas.

Pilar Pedraza es la auténtica Mater Tenebrarum del genero del terror en las letras españolas, y no se me ocurre nadie que la conozca mejor que vosotros en Valdemar. ¿Qué puedes decirnos de Pilar?
Es difícil hablar de Pilar Pedraza, porque no sólo es una amiga y persona excepcional, de las que se encuentran pocas en estos tiempos, es también una escritora muy poco común entre quienes se dedican a escribir. Lo digo porque no he conocido a ningún escritor/a que no esté obsesionado con su obra, con lo que se dice de ellos, con las críticas, con la promoción, con otros autores, etc. Pilar Pedraza es diferente, es una persona que escribe por placer, porque le gusta, apartada del ruido mediático y del maniqueísmo del mundillo literario. Nunca hemos tenido un reproche por parte de ella, y eso que nosotros incumplimos bastante los estándares que se suponen a un editor. Y es fiel, de una fidelidad asombrosa. Desde que nos conocimos ha editado todo con nosotros, salvo sus ensayos sobre cine. Podría haber ido a otras editoriales más potentes que Valdemar, pero se ha quedado con nosotros. Ya te digo, es diferente. Es una persona luminosa, por decirlo de algún modo, aunque no sepamos de qué color es esa luz, su mirada transmite una especie de bondad (tal vez la bondad de Una semana de bondad de Max Ernst) que contrasta con las crueldades que habitan en su imaginación. Me gusta lo que escribe, cómo lo escribe, y como lector le agradezco profundamente que se deshaga de lo trivial. En fin, nosotros adoramos a Pilar, sus lectores la adoran, será por algo, ¿no?
Comprobamos con horror -pero en el mal sentido- el parón de la estupenda coleccion Imsomnia, dirigida por José Maria Nebreda. Como editorial de terror, habéis enraizado autores góticos en la letra castellana impresa que se hubiesen perdido en la bruma. Habéis ayudado a aterrizar en España a autores contemporáneos como Ligotti que echábamos en falta desde hace décadas… Representáis la memoria del género, pero también sois curiosos: ¿Os habéis planteado nuevas fórmulas para este tipo de obras actuales?
Para mí supuso una decepción terrible. Y todavía no me he recuperado de esa decepción. Realmente pusimos mucha ilusión, muchas ganas y esfuerzos en Insomnia, y creo que los títulos que publicamos eran muy buenos. En hecho es que tenían un coste muy elevado de producción (derechos, traducción, tapa dura, etc.), y salvo dos o tres títulos no se vendían lo suficiente para amortizar la inversión. En consecuencia, fuimos acumulando muchas pérdidas. Además, José María Nebreda no sólo era el director, sino que entró como socio en la colección aportando parte de la financiación. La situación se hizo insostenible, así que la paramos temporalmente… y ahí sigue, parada.
De momento, y debido a la situación covid y postcovid, seguimos en nuestra línea de clásicos, aparte de que tenemos la obligación, digamos, de ir reeditando y reimprimiendo los agotados de la Gótica. Es un deber con nuestros lectores, pues son muchos los que pretender completar la colección, que va ya por 122 títulos.
Además, ahora hay algunas pequeñas editoriales que lo están haciendo muy bien, como La biblioteca de Carfax, Dilatando mentes, Orciny Press, El Transbordador, Insólita, y seguramente me dejo alguna más.
¿Como ves el panorama del terror actual? Yo creo que hay una clara distinción entre imitadores, más o menos afortunados, de King (o, aquí en España, como decía Darío Vilas Couselo, «imitadores de los traductores de King») y los del weird más surrealista, que entroncan con Kafka, Aickman, etc…
La verdad es que no estoy muy enterado de las corrientes actuales del género. Me he quedado un tanto obsoleto. Leo algunas de las novedades que publican las editoriales que he mencionado antes, o recomendaciones de amigos como Antonio Torrubia, que trabaja en la librería Gigamesh y controla lo que sale o va a salir. Prefiero la línea que defines como weird, me gusta lo raro y excéntrico, lo que se sale de lo habitual. La colección Insomnia tenía mucho de esto. Stephen King me aburre muchísimo desde que dejó las drogas y el alcohol. Aunque a mí me gustan más sus cuentos y ensayos que las novelas. En Intempestivas editamos precisamente Danza macabra, que es uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre el terror en la literatura, el cine y la televisión. En mi opinión, lo último interesante que escribió King fue It, a pesar de que al final se desmoronaba un poco, pero todavía tenía mala hostia. Por otra parte, no puedo dedicar todas mis horas de lectura al género, uno acaba exhausto de tanto terror, ¿no? Leo y releo clásicos de todos los géneros, y algunas de las joyas que editan mis amigos editores independientes.
Hablando de autores deseados que al fin encontraron su sitio ¿Qué tal la experiencia de publicar a Clive Barker? Una obra como «Los Libros de Sangre» merecía el tratamiento Valdemar sin duda y parece haber ido muy bien.
Ha ido muy bien a nuestro nivel, es decir, que hemos reimpreso los dos volúmenes, y espero que tengamos que hacer más reimpresiones en el futuro. Pero sí, efectivamente, Clive Barker era necesario en la colección Gótica, por cuanto Los Libros de Sangre supusieron un revulsivo en el acomodado mundo del terror de los años 80. Como decía Jesús Palacios en el prólogo, Baker introdujo el sexo, la carne y la sangre en el núcleo del cuento de terror, poblándolo de imágenes extremas que literalmente violaban nuestro cerebro, todo ello muy cercano al discurso visual de la Nueva Carne. La imagen de un libro que se escribe en la piel de un hombre como un tatuaje sangriento es ciertamente turbadora, y en cierta manera es lo que hace Baker con sus lectores. Personalmente, considero Los Libros de Sangre en la cima del terror moderno. No sólo contienen sexo, carne y sangre, también grandes dosis de humor negro. Y mucha mala leche.

Tú mantienes bastante activas las redes sociales de Valdemar. ¿Qué te gusta de este juego de facebook y qué esperas de los que siguen las publicaciones? Es habitual encontrar en tu muro personal cosas como “¿para cuándo lo próximo de Ligotti?” cuando estas de vacaciones. Se te piden más cosas que a la Virgen. ¿Cómo te sienta esto? Y por generalizar también la pregunta con otra: El público pide a las editoriales, ¿y las editoriales a sus lectores? ¿Qué les pediría Valdemar a los lectores? (Cuidado, de aquí se puede sacar un ritual de invocación).
Me mantengo activo pero sin abusar, no quiero aburrir a la gente con mensajes triviales o información redundante en el muro de Valdemar o en Twitter. Desde hace tiempo nosotros prescindimos de la obligación de rendirnos a la timorata prensa cultural y su sistema de amiguismo y favores debidos. Esto no quiere decir que odiemos a la prensa, ni mucho menos, hay muy buena gente ahí, pero no nos interesa ese sistema, de la misma forma que nosotros no le interesamos a ese sistema. Consideramos inteligentes a los lectores de Valdemar, no necesitan la típica reseña inodora e incolora para saber si tienen que comprar un libro o no, o un blurb sacado de no se sabe dónde o redactado por un ingenioso escritor amiguete, o esas temerarias Fajas From Hell que te joden la cubierta y el ánimo de comprar el libro. Alguna vez lo hemos hecho, y siempre me he arrepentido. Además, mira, Insomnia tuvo blurbs, reseñas tontas, reseñas elogiosas, toda la parafernalia promocional, y nada. De todo esto se podría hablar largo y tendido, pero me he salido ya del tema. Lo dejamos un poco al azar; si alguien está interesado en reseñar un libro o hablar de Valdemar, que lo haga, nosotros se lo facilitaremos. Así que utilizamos las redes básicamente para dar noticia de nuestras novedades y reediciones, y un poco de charla con los lectores. A veces resulta un tanto machacante tantas peticiones, sobre todo cuando anunciamos una reedición en Gótica. Entonces se desatan todos los infiernos… Parece el día de la marmota. Porque tengo que repetir una y otra vez que nuestra intención es reeditar los títulos de la Gótica agotados, pero que no podemos hacer tantos de golpe, reeditar cuesta dinero, y además hay prioridades en cuanto a reimprimir los más vendidos. Y, claro, todo esto es un lío, porque tenemos muchos títulos antiguos que se agotaron al cabo de los años, a la vez que se nos agotan algunos más recientes… La verdad es que no nos podemos quejar de que haya ese afán de completar la colección. Ojalá podamos lograrlo. Creo que si yo no fuera el editor de la Gótica, también estaría buscando como loco los títulos agotados y apremiando a los editores para que los reediten.
A los lectores de Valdemar no les pido nada, ya hacen demasiado confiando en nosotros y haciendo posible que existamos. Me siento bastante orgulloso de ellos y esa especie de comunidad que hemos conseguido sobre todo en la colección Gótica y El Club Diógenes, y que empezamos a notar en la colección Frontera.
A raíz del tema de redes y público creo que el mundillo ha desarrollado mutaciones dignas de Cronenberg. Cada vez está más extendido en el ocio la formula americana del fan, con sus franquicias y series de moda. A pequeña escala el aficionado parece más como de una tribu urbana, que se etiqueta posando con el libro, su colección o la camiseta del sello. Yo pienso que ha habido una transformación parcial entre el lector anónimo, más de contenidos, y el coleccionista, más consumista y de imagen. ¿Qué piensas de todo esto tanto personalmente como editor de Valdemar?
Bueno, es que yo también soy un poco así. Soy muy fan, aunque no de las franquicias y series de moda. Esa especie de fanatismo obsesivo con ciertas series no lo entiendo muy bien. Pero desde joven he sido seguidor acérrimo de ciertas colecciones o editoriales. Por ejemplo Nostromo, que dirigía Juan Antonio Molina Foix, La Fontana Literaria, Alianza de bolsillo, cuando Alianza era una buena editorial, Fontamara, etc. Cuando descubro, cosa que ya es cada vez más infrecuente, a un autor que me fascina, voy a por todo lo que haya de él. Antiguamente no podías expresar tu entusiasmo más que con los amigos en los bares y no llevabas una cámara fotográfica. Quitando el fenómeno bocadillo de calamares, albóndigas con tomate, disfraz de la guerra de las galaxias y demás, me parece divertido que la gente pose con camisetas y libros de sus editoriales favoritas, es un pavoneo sano que yo mismo practico. Me da la impresión, además, de que las redes sociales han favorecido cierta cercanía entre editores, autores y corrientes literarias, lo cual impulsa también sentimientos de identificación y pertenencia. Las redes sociales pueden ser nivel Mordor en un momento dado, y hay gente que las utiliza así, pero lo bueno es que nos acercan y nos permiten acceder a personas con las cuales no podríamos contactar tan fácilmente. Yo he hecho muy buenos amigos entre los pequeños editores gracias a ello.
Tenemos que referirnos al absoluto dream-team de traductores del que gozáis y habéis gozado. Francisco Torres Oliver, Juan Antonio Molina Foix, José María Nebreda, Mauro Armiño, Marta Lila Murillo. ¿Cómo decidís que proyecto es el mejor para cada uno de estos estilistas de la palabra volcada?
Desde que empecé a leer a Lovecraft y demás me fijé, no sé por qué exactamente, que muchos estaban traducidos por Francisco Torres Oliver, así que fui rastreando todo lo que traducía. Y en cuanto a Molina Foix, llegué a él por la colección Nostromo, que era, y es quizás, mi colección favorita. Me encandilaban totalmente, los títulos, el modo en que estaban hechos, su tacto, las ilustraciones de cubierta de Diego Lara. Luego me enteré de que eran amigos, y de hecho Paco Torres traducía algunos títulos de Nostromo, entre ellos el grandioso Melmoth el errabundo. Creo recordar que contactamos con él para comprarle su traducción de El Monje, y ahí nació una amistad y colaboración que llega hasta hoy. Ya me estoy enrollando… En realidad el reparto de traducciones es fácil, todos traducen literatura fantástica. Si queremos una traducción anotada de un clásico francés, tenemos a Mauro Armiño, un verdadero titán, no hace falta más que ver su edición de A la busca del tiempo perdido, con miles de notas, índice de personajes, cronologías, en fin, una edición colosal realizada por una sola persona. Molina Foix también ha realizado ediciones anotadas, como todo el Canon de Sherlock Holmes, los cuentos completos de Stevenson, etc. José María Nebreda suele proponer las cosas que traduce, como las antologías de terror en el mar que han aparecido en la gótica. Él traduce por afición, más que nada. Marta Lila Murillo nos ayudó a revisar una traducción desastrosa que nos habían entregado, Los hombres topo quieren tus ojos y otros relatos sangrientos de la Era Dorada del pulp. Bueno, la traducción era tan insufrible que le propusimos a ella que lo tradujera, y lo hizo tan bien que empezamos a encargarle cosas, como Ligotti, Howard, Clark Ashton Smith. Les da a cada cual el tono adecuado. Muchos títulos de Frontera están traducidos por ella. Pero hay otros traductores que no has mencionado, como José Rafael Hernández Arias, que nos ha traducido del alemán a Kafka, Hoffmann, Ewers, Strobl, y muchos otros. Y está Fernando Jadraque, una persona bastante excéntrica, que nos ha traducido a Henry James, sobre todo. Su traducción de los cuentos completos de Conrad es una pasada. Y también tenemos que mencionar a Óscar Palmer, factótum de Es Pop ediciones, que nos tradujo a Benson, Wilkie Collins, Edward Gorey, y una magnífica traducción anotada de Drácula, entre otras cosas.

Empezasteis en el 86 con una pequeña ayuda que daba la comunidad de Madrid y lleváis 35 años ondeando vuestra propia bandera corsaria. Habéis visto ya de todo en el panorama editorial y cultural. Hay cine que piensa más en la subvención que en el público. Y el mundo del libro tampoco se escapa de eso. ¿Existen las editoriales que buscan politizarse con ideologías o subvenciones y confraternizar con ciertos “asientos políticos”? ¿Qué piensas de todo esto?
Joder, pues no tengo ni idea. Sé que en el cine pasa mucho eso que comentas, se inflan los presupuestos y las lonchas de cocaína; bueno, lo de las lonchas no sé si es cierto, pero queda bien en este contexto. Luego la película ni se distribuye. Pero es que en el cine hay mucha pasta. En el mundo editorial es que no sé, aquí somos casi todos menesterosos, necesitamos ayuda económica y mental para enfrentarnos al insensato sistema de novedades mensuales, cuantas más mejor. La mayoría de los libros pasan sin pena ni gloria por las librerías, mes tras mes, unos salen y otros entran. Y las grandes editoriales inundan literalmente todo de libros y reciben las mayores subvenciones. Es acojonante, llevamos así desde hace 35 años, y nada ha cambiado en un país con índices de lectura tan bajos. Bueno, así es como funciona la cosa, no nos vamos a quejar ahora… Hemos estado muchos tiempo sin presentarnos a ninguna subvención, pasábamos mucho del tema, hasta que hace unos pocos años algún amigo editor nos dijo: «Pero no seáis gilipollas, si se las dan a todos». Así que estos últimos años nos hemos estado presentando y hemos recibido pequeñas subvenciones. No es que sean muy cuantiosas, porque somos muchos a repartir, pero viene bien.
En cuanto a las ideologías no tengo ni idea. No sé si hay algunas que hacen el paripé político para pillar subvenciones, es un tema que ignoro, Las editoriales que sigo no tienen pinta de ser de derechas.
El cine de género tiene también sus basurillas rollo comida rápida que yo por ejemplo llamo “pelis de zusto”. ¿Qué “pelis de zusto” consideras que hay en la literatura de género? ¿Qué tiene claro Valdemar que no quiere ni muerta en sus ediciones?
Siempre hemos eludido el terror que es mera fórmula. Por ejemplo esas sagas de vampiros descafeinados, que no dejan de ser novela rosa con elementos fantásticos o sobrenaturales. O los zombis. Joder, qué aburrido es el rollo este de los zombis. No sé, a lo mejor nos habríamos hecho ricos publicando ese tipo de cosas. De hecho la sección de terror de las grandes superficies está saturada de toda esa morralla, o al menos así era la última vez que me pasé por una de esas grandes superficies. Pero, bueno, hay gustos para todo. Seguramente hay gente que opina que lo que nosotros editamos es una bazofia. En todos los géneros hay morralla, y en la LITERATURA esa con mayúscula en la que más, ahí es casi todo morralla. Siempre hemos defendido una línea de calidad en nuestras publicaciones, y ahí hemos seguido contra viento y marea.
Se dice que os tanteó el grupo Planeta y declinasteis. A Minotauro la descuartizaron ordeñando a Tolkien y hoy por hoy, salvo algunos pocos clásicos, no queda ya nada para el lector de calle de todo lo que hubo por ejemplo de Ballard o Bradbury. He de decir que vuestra integridad es nivel Harry Callahan. Los años hablan cuando se ven por donde tiran algunos y por donde tiráis vosotros. Lo digo porque con estos ejemplos también se ve la demografía del libro en España. ¿Qué puedes decirnos de aquella mordida qué intentó Planeta y ya con los años, qué sensaciones e ideas te sugiere todo esto?
Jajaja, lo de nivel Harry Callahan me ha gustado. Bueno, es que estas transacciones casi siempre suelen ser desastrosas. En realidad lo que quieren es comprar la editorial con bicho dentro y que hagas el trabajo sucio, al menos en editoriales de nuestro nivel, que es diferente al caso Minotauro, que lo que querían era Tolkien y lo demás les importaba un carajo. Por otra parte, nunca hemos estado tan desesperados como para ponernos en venta. Y luego está el hecho de que a los ejecutivos de estas grandes empresas les obsesionan los horarios, los informes, las cuentas, el marketing y todas esas mierdas de las que nosotros siempre hemos huido. Sencillamente somos refractarios a los horarios y a rendir cuentas a nadie. Así que cuando nos llamaron los ejecutivos de Espasa Calpe tuvimos una educada conversación en la que dejamos claro todas estas cosas y que nuestra motivación principal no era el dinero ni vender muchos libros, y ellos no pudieron asimilarlo, como es lógico, y se despidieron amablemente. Y esto que te cuento no tiene que ver con un acto de chulería ni nada parecido, sino simplemente defendimos nuestro modo de vida y nuestra independencia.
No podemos terminar con más negrunez y goticismo del necesario. Así que debo preguntar por el futuro. ¿Qué le aguarda a Valdemar y, ante todo, a nosotros los fieles acólitos?
Pues mientras nos dejen seguiremos editando. Nunca planificamos a largo plazo, y menos ahora, en esta situación de pandemia, y con el planeta que se va a la mierda. Antes he dicho que seguiremos con Gótica, Frontera, reediciones, etc. Ya iremos viendo. El futuro no existe.